“Disfruto de la persona en la que me he convertido”.
Cuando a los 20 años le diagnosticaron una enfermedad vírica potencialmente mortal, Adargoma desarrolló una pasión por la vida. Contrajo la enfermedad vírica crónica que estaba matando a millones de personas en todo el mundo. Además, los fármacos disponibles eran tan tóxicos para quienes los tomaban que a menudo mataban a la persona más rápido que el virus.
Fue en 1994 cuando Adargoma contrajo el virus. Cuando se lo diagnosticaron, faltaba un mes para que cumpliera 21 años y para que empezara la universidad. El pronóstico inicial fue muy optimista. El médico le dijo que con suerte tendría otros 10 años de vida. Para entonces, dijo, se dispondría de fármacos mejores y menos tóxicos. La cuestión era si tendría “suerte”.
En ese momento de su vida, tenía dos opciones: irse de rositas o aprovechar al máximo los años que le quedaban de vida. Lo último que quería era arrepentirse en su lecho de muerte. No quería echar la vista atrás y arrepentirse de no haber hecho algo por miedo. en otras palabras, no quería mirar atrás y ver que había malgastado su vida en experiencias sin sentido. este fue su momento de epifanía, a partir de ese momento buscó alternativas para poder tener un año más de vida. Su esperanza era vivir lo suficiente para que hubiera medicamentos eficaces y menos tóxicos.
Dos años después de su diagnóstico inicial, los médicos disponían de una nueva prueba que medía la cantidad de virus en la sangre. Pudieron hacer una estimación más aproximada de cuándo la infección vírica pasaría de ser crónica a ser mortal. Su especialista le dijo que, según los resultados obtenidos hasta la fecha, le quedaban entre dos y cuatro años de vida. En otras palabras, moriría a los 26 años. Ni que decir tiene que Adargoma estaba muy disgustado por su nuevo pronóstico. En retrospectiva, sin embargo, fue una bendición disfrazada, porque salió de la consulta del especialista muy enfadado. En su mente se decía: “Voy a demostrarle que está muy equivocado”, ¡y eso es lo que hizo!
Adargoma perseveró en la búsqueda de nuevas formas de mantenerse sano, tanto mental como físicamente, porque no se trataba sólo de una enfermedad física, sino también mental. También tuvo que enfrentarse al estigma social de su enfermedad. Cambió su estilo de vida, su mentalidad y practicó un enfoque holístico de la vida, mejorando y fortaleciendo su conexión mente-cuerpo. Todo ello impulsado por su pasión por la vida.
Adargoma llegó a los 30 años y fue entonces cuando empezó a tomar la nueva y mejorada medicación. Demostró a su especialista y a la medicina moderna que los pronósticos no son más que suposiciones. Era la prueba viviente. No estaría aquí para compartir su sabiduría con el mundo si hubiera creído lo que le dijo su especialista.
Esto es sólo un breve recuerdo de los retos y oportunidades de Adargoma a lo largo de su vida. No podemos ni imaginar las tribulaciones por las que ha pasado en las últimas cinco décadas. Por eso sus conocimientos y su sabiduría proceden de todas las experiencias que ha vivido. Por lo tanto, lo que enseña es lo que ha practicado y le ha convertido en la persona que es hoy: “Disfruto de la persona en la que me he convertido”.
Cuando alguien pregunta a Adargoma cómo sabe que la cosmología y el sistema funcionan, él responde que es una prueba viviente. Tanto la cosmología como el sistema se basan en lo que a él le ha funcionado. Él, su Familia Estelar – cuyo nombre es Esenerâh, y su equipo llamado Equipo Enoch – Pléyades, Orión, Sirio, Lyran, Lady Alquimia, Odín, Merlín, los Ángeles – co-creando con la Mente Divina, han colaborado para crear una cosmología y un sistema que son a la vez lúdicos y sabios. Su viaje está lejos de terminar. Sabe y siente que la Cosmología de la Little Butterfly evolucionará con él.